sábado, 28 de julio de 2018

En busca de una pluma de caña.



Segunda edición (revisada) verano 2018
Portada, letras, dibujos y fotografías: Jacob Milla
Pinturas, letras y dibujos: Vincent Van Gogh
Poema: Miguel Hernández, página  124
Colaboración: Mª. Angeles Rodríguez, Jana y Pau Milla Rodríguez
tacafulla.blogspot.com.es – tacafulla@gmail.com.

Impreso en Impremta Descontrol
c/Constitució 19, recinte Can Batlló, Bloc 11,
Nau 83-90, 08014, La Bordeta-Sants,
                                                             Barcelona


a modo de prólogo… (Era el año 1970).

Aquel día me encontraba en la parte alta de la Rambla de Cataluña, esperaba que Mª Ángeles saliera de trabajar. Por aquel entonces ella tenía 17 años, yo 21, la esperaba con un libro bajo el brazo: “Cartas a Theo” de Vincent Van Gogh.


La obra de Vincent Van Gogh pasó a formar parte de una de las satisfacciones que he tenido en mi vida...

Cataluña 1992
En Barcelona se iban a celebrar las Olimpiadas, y nosotros  -Mª Ángeles y yo- decidimos hacer un viaje a Ámsterdam pasando por algunos de los lugares relacionados con Vincent Van Gogh.
Ella tenía entonces treinta y nueve años, Jana dieciséis, Pau diez y yo cuarenta y tres. Salimos con nuestro coche, un Renault 19. Llevábamos una tienda canadiense ya que la idea era ir de camping. Subimos hasta París  donde visitamos la ciudad y los museos. Continuamos hacia Bélgica, pasamos Bruselas y Amberes, nos adentramos en Holanda, llegando a Zundert (pueblo donde nació Vincent); acampamos. Al día siguiente, seguimos ruta hasta Ámsterdam: visitamos la casa de Ana Frank, el Rijksmuseum y el museo de Vincent Van Gogh. Hicimos varias salidas, fuimos al Kröller-Müller en Otterlo, donde se encuentra la más completa colección de dibujos de Vincent.

Regresamos a Barcelona coincidiendo con la terminación de los Juegos Olímpicos.
Pasaron los días y con el año nuevo llegó la ilusión de visitar los lugares donde Vincent realizó la mayor parte de sus obras… la Provenza (Francia) a tan solo 482 Km. de Barcelona.

La Provenza 1993
Salimos de Barcelona, tardamos unas cinco horas hasta llegar a Arlés. Fuimos al camping de San Rafael. Al día siguiente paseamos por las calles de Arlés, fue como si ya conociera la ciudad, tenía toda la obra de Vincent en mi memoria y caminaba por las calles adivinando qué encontraría al doblar la esquina. Fue alucinante caminar por Arlés. La ciudad y el paisaje poco había cambiado y eso me sorprendió gratamente. El hospital donde estuvo ingresado Van Gogh, la plaza Lamartine donde se encontraba la casa amarilla (casa desaparecida en la 2ª guerra mundial). Alrededor de la ciudad no habían construido; allí seguían los campos. Campos desde donde se ve (igual que el cuadro “la cosecha”),  la llanura de la Crau, la Abadía de Montmajour, el Mont de Cordes y las únicas montañas de la zona: les  Alpilles. Habría sido completo con campesinos, carros, caballería y aperos de labranza, aunque eso, ya es mucho, ¡mucho pedir!. Les Alyscamps (Necrópolis Romana) seguía siendo un paseo público.
Otros viajes a la Provenza
En tres ocasiones hemos plantado la tienda en el camping de Fontvieilles.
En otra ocasión con mi hermana Rosario nos alojamos en una casa acogedora, de nuestro gusto, llena de detalles pretendidamente artísticos, en Saint Rémy.
Otro año en el Albergue Juvenil de Arlés y últimamente al apartamento “la Pinede” de Saint Rémy, cercano a la casa de salud de Saint Paul de Mausole donde estuvo ingresado Vincent; en total y hasta el día de hoy unas diez veces.

Siempre recorremos la zona, la montaña de “les Alpilles”, la pedrera, la presa de agua, el barranco de Peiroou. Alguna tarde salgo solo, con mi mochila, una libreta y unos lápices. Una vez sentado en los bancos de piedra (en el camino que da al sanatorio), dejo volar la imaginación… y es entonces cuando me imagino a Vincent  deambular, dibujando entre los árboles, las rocas y la vegetación…

Paris y Auvers-Sur-Oise
En nuestro veinticinco aniversario realizamos una salida a Paris, visitamos la ciudad y los museos, Louvre, Rodin, Picasso, etc., recorrimos Montmartre y uno de los días cogimos el tren y nos desplazamos al pueblo de Auvers-Sur-Oise donde  Vincent pasó los últimos días de su corta vida (37 años), vimos su habitación, visitamos el pueblo y alrededores, por último, el cementerio donde sus restos  reposan junto a los de su hermano Theo.



VIAJE
A LA
PROVENZA

ARLÉS
PRIMAVERA - 2008



Cuándo hice el comentario de ir de nuevo a la Provenza, mis hijos me dijeron -¿otra vez? ¡eres un pesado!  ¿podíais ir a otro sitio?-. Tienen toda la razón, pero es que de tanto en tanto tengo necesidad de hacer este viaje. Ahora tenía otra escusa, me había propuesto preparar y realizar una narración sobre un encuentro con Vincent Van Gogh en Arlés. Algo sencillo que me sirviera para recrearme en el mundo de Vincent y compartir con quien lo desee la ilusión que me producen los campos, senderos y canales de la Provenza.
Salimos de Barcelona y aproximadamente en cinco horas ya estábamos en Arlés. Mª Ángeles había hecho la reserva de un apartamento, sencillo pero acogedor. Estaba situado en Saint Rémy, entre el pueblo y la casa de reposo de Saint Paul de Mausole, allí donde estuvo ingresado Vincent Van Gogh. La persona que nos atendió fue muy amable. Después aprovechamos la tarde para dar un paseo por la zona. Al día siguiente había el mercado semanal y sabiendo el interés de Mª Ángeles estuvimos recorriendo las paradas, aromas de lavanda, olivas Provenzales con toda clase de especias, ostras y marisco de Saintes Maries de la Mer, colorido de manteles y ¡cómo no! saquitos de hierbas de la Provenza.
Aprovechamos la estancia en el pueblo para conseguir información de la zona, así al día siguiente realizamos una visita al barranco del Peiroou, fuente de inspiración para algunos cuadros de Vincent.
En la parte alta, una presa recoge las aguas formando un pequeño lago rodeado de montañas; en tiempos del imperio Romano, a través de un acueducto de 75 Km. se abastecía de agua la ciudad de Arlés (en las afueras de Fontvieille hoy en día todavía puede verse parte del acueducto).

Una tarde marché andando por los alrededores, fui hacia el sanatorio de Saint Paul de Mausole. Allí estuve fotografiando el lugar. Después, entre los pinos y los bancos de piedra, sentado en la hierba, continué garabateando la libreta mientras Mª Ángeles se perdía por las calles de Saint Rémy. Fueron unos momentos llenos de satisfacción. El lugar invitaba a mis pensamientos y sentimientos, y estos iban y venían a su antojo haciendo este momento inolvidable.
Siempre tuve el deseo de recorrer Les Alpilles (en verano es casi imposible, ya que cierran los caminos por riesgo de incendio). Ese día decidimos ir hasta la montaña agujereada, después continuamos hasta la parte más alta donde se amontonan las piedras (piedra caliza) que los caminantes van dejando en forma de hito, cogí una como recuerdo y la metí en la mochila. En Les Baux recorrimos las canteras; una de ellas reconvertida en una impresionante cava de vinos y otra en una original exposición donde se combina la música y se proyecta la obra de Van Gogh sobre sus paredes de estructura monumental.
En otra sala pudimos contemplar por vez primera una exposición del pintor de Marsella Monticelli que Vincent admiró mucho después de ver su obra en París en 1886.
Una vez llegó a decir: - “a veces pienso que realmente soy la continuación de ese hombre”-.


en el jardín del hospital de Arlés

De nuevo recorrimos los canales y después las calles de Arlés. Era mediodía y en la plaza del Forum, allí donde Vincent pintó “Terraza de café por la noche”, decidimos quedarnos a comer.
Regresamos a S.Rémy y nos sorprendió la lluvia creando un nuevo marco para un momento inolvidable. Mª Ángeles leía mientras yo sentado en la mesa tecleaba el ordenador. La lluvia dejó de caer, era tarde y decidimos acercarnos al pueblo. Por el camino nos salió al encuentro un hermoso gato, extremadamente grande y peludo, mezcla de persa y gato común. Enseguida por su aspecto, lo clasificamos como "gato ermitaño", se acercó ronroneando y... estando más necesitado de comida que de caricias, dio media vuelta y, con una agilidad que no aparentaba, desapareció.
Seguimos el camino hasta el restaurante que ya conocíamos de otra ocasión, allí comimos acompañados de las canciones de Brassens  interpretado a la guitarra por un cantautor francés. El resto de días transcurrieron con la suerte de ver cumplido todo aquello por lo cual realizamos este viaje. Días tranquilos y felices, haciendo aquello que me gusta y compartido con la persona que quiero. Reconociendo de antemano, como dijo Mª Ángeles… que ¡fue mi viaje!. Comprobando una vez más, que lo esencial, lo que hace que uno se sienta bien, es la ilusión que aportes en el proyecto. La ilusión, mucho más gratificante quizás que la realidad, y las dos cosas juntas, hacen que el viaje se convierta en unos días difíciles de olvidar.

Algo ha cambiado en la ciudad de Arlés.

Los alrededores de Arlés en 1993 poco habían cambiado, pero llegó el "progreso" y con él una autovía de circunvalación y una zona de supermercados. Pero a pesar de todo aun están los campos.     Los Alyscamps, hasta hace poco paseo público donde cualquier persona podía pasear, meditar o leer a la sombra de sus árboles, ahora están cerrados con una gran verja, y se accede en horas determinadas y mediante el pago de una entrada.
La ciudad de Arlés es visitada por miles de turistas que vienen atraídos (como en mi caso) por la estancia de dicho pintor en la zona. Recordemos que fueron 80 honrados ciudadanos los que en su día, por miedo, denunciaron a Vincent y precipitaron el ingreso voluntario de éste en el centro de salud de Saint Paul de Mausole de la cercana ciudad de Saint Rémy…

Antes, lo temían, rechazaban su obra y su persona…
Ahora, pasados los años…
Una vez reconocida mundialmente la obra de Vincent, las instituciones y comercios se benefician del paso de dicho pintor por este lugar.
Hay una ruta con reproducciones en cerámica de cuadros de Vincent. Están colocados aproximadamente en los mismos lugares en que fueron pintados. libros, carteles, postales y toda clase de objetos con reproducciones de la obra de Vincent invaden tiendas y escaparates. 



en busca de una pluma de caña

(Van Gogh 1888)


a Vincent Van Gogh, en agradecimiento por la satisfacción que siempre me han dado sus obras.



Barcelona marzo de 2008

Como otras veces había hecho al salir del trabajo ese día sentí la necesidad de dar un paseo, así que… los pasos me fueron llevando calle por calle hasta encontrarme prácticamente metido en la barriada de Gracia. Absorto en mis pensamientos paseaba como un noctámbulo. Pasaba tiendas, cruzaba calles, personas... en un principio nada me interesaba. De pronto noté como mi vejiga pedía un lugar donde poder evacuar. Ahora lo urgente era un lavabo. Me acordé de otras veces y de momento parecía que ya lo tenía solucionado, aunque había otro problema: la distancia. En ningún momento había dejado de andar y ahora me había fijado una meta, acelerando el paso y dejando la mente en blanco con un único objetivo: llegar a los lavabos del mercado de l´Abaceria de Gracia. (Tal vez no sea una bonita manera de empezar un relato… pero es pura realidad cotidiana)


Llegué al mercado y me dirigí a los lavabos, una vez resuelto el problema fisiológico, continuo por los pasillos hacia la parada que ya conocía de libros. Los libros son aportaciones que la gente de manera altruista deja en el mostrador. Después son vendidos por el módico precio de un euro, dinero que  voluntariamente se deposita en una caja metálica sujeta a dicho mostrador y al alcance de las personas. El dinero recogido se rumorea que es para una ONG.
Me dirijo a una de las salidas y encuentro a Miguel (es uno de los operarios que trabaja de mantenimiento en el mercado), está en la puerta fumando. Al lado, en una de las paradas, está mi amigo Sergio “el librero callejero”, vende libros de segunda mano. Antes los vendía en la calle siempre pendiente de la guardia urbana. Ahora, legalizado, trabaja para “el sistema", y este, el sistema, se lleva el poco dinero que le dan los libros…

Me marcho hacia la plaza Revolución. Llegando me fijo en una pintada que hay en la pared “Orgull Obrer” al tiempo que me hace esbozar una sonrisa. Como en otras ocasiones, me hizo gracia y más como obrero que soy. Me sentía identificado.

Me acerco a un banco, hay alguna persona, me siento, digo      -¡buenas!- y me quedo sin respuesta, cosa que por desgracia ya empieza a formar parte de la "normalidad" (¿qué es lo normal?, ¡La eterna pregunta!). Abrí la mochila y saqué un libro, estuve leyendo como media hora, después quedé pensativo y observando a los transeúntes.
Me fijé en dos señoras que pasaban, iban cogidas del brazo, una, señora aparentemente nacida aquí, alta, mayor y de buen aspecto. La otra, persona nacida aparentemente lejos de aquí, pequeña, joven, demacrada… como ausente. Fue un momento; mientras pasaban pensé: ¿Quién lleva a quien?. Quizás sólo eran imaginaciones mías pero a veces las apariencias engañan. En este caso di por hecho que era la joven la que acompañaba y ayudaba a la señora mayor… aunque realmente, no pusiera demasiado entusiasmo en ello.

Llegaba la noche dificultando la visión, dejé de leer y cerré el libro, al lado no había nadie, hacía rato que ya habían marchado, intenté incorporarme y fue entonces cuando noté que no podía, que tenía el pie dormido. En ese momento disimulo un poco mientras unto un dedo en saliva y lo froto por el mismo; al rato, golpeo el suelo con el píe dormido y de manera progresiva me voy levantando, el pie se despierta y me marcho caminando.

Fui por la calle Ramón y Cajal, llegando a la plaza del Sol, me acerco a ver a mi amigo Pablo, trabaja en la imprenta “Copia y Difon”, no quiero entretenerlo, lo saludo, aprovecha para fumar un cigarro, hablamos de algunos proyectos y al rato nos despedimos.



Me dirijo entonces hacia la calle Terol, llegando a la calle Verdi de pronto la librería Taifa, era parada obligada, el escaparate, las novedades, ojeo un rato los libros, pero no entro,  mejor dejarlo para otro día así que de nuevo estaba caminando.
Al pasar por una gran cristalera miro hacia dentro, y veo personas sentadas delante del ordenador, las mesas llenas de cables, libros y libretas, todos muy atentos a la pantalla, sigo andando y una vez en la esquina me paro, miro de nuevo el escaparate y es cuando veo un gran rotulo: VIAJE VIRTUAL; me acerqué y fue cuando vi una especie de cabina situada en una de las esquinas de la sala, al lado en un cartel podía leerse en grandes letras: “VIAJE VIRTUAL 60€. Pida información en el mostrador”.
El trayecto hacia  casa hubiera sido como otras veces pero ahora tenía una duda… ¿qué era eso del viaje virtual?, pronto empezó a convertirse en una obsesión, así que una vez en casa, lo primero que hice fue conectar el ordenador, quería despejar las dudas, busqué las páginas de información sobre "Viaje virtual". Encontré varias que más o menos decían lo mismo.

Primero definía VIRTUAL: que tiene virtud para realizar un acto aunque no lo produzca: fuerza virtual. Seguidamente VIAJE VIRTUAL: última tecnología informática, consistente en una cabina hermética, insonorizada, un sillón anatómico una pantalla y un teclado, el acceso se realiza por mediación de una tarjeta, dicha tarjeta se obtiene en el establecimiento mediante el pago de la misma, por seguridad (hasta el día de hoy, año 2008) sólo se puede realizar un máximo de tres viajes a cualquier lugar que conduzca la mente y apoyado mediante el ordenador introduciendo lugar y fecha de dicho viaje, el control del número de viajes se realiza mediante huella dactilar, garantizando de esta manera que por más que se cambie de máquina nunca se podrá exceder de los tres viajes, que está comprobado que puede soportar el ser humano. El tiempo "real" de cada viaje es de un máximo de 70 minutos que en el "virtual" representa una semana, o sea 10 minutos por día, la cabina dispone de sensores que controlan al "viajero", en caso de alteración y peligro retorna progresivamente a la realidad sin que ello represente ningún problema para la persona.

Apago el ordenador y rápidamente antes que Mª Ángeles me llame de nuevo voy rápido al comedor, saco el mantel y voy preparando la mesa. Estábamos cenando cuando ella me pregunta:
-¿Que hacías con tanto interés?..
Entonces, le respondo con otra pregunta:

-¿Has oído hablar del “viaje virtual”?.
A lo que ella me contesta:

-Algo he oído en mi trabajo, es una cabina y puedes viajar en el tiempo, tengo compañeros que lo han probado y dicen que es como si fuera real, aunque… todo lo haces con la mente y apoyado por un ordenador.
Por ejemplo: tecleas un lugar… Sur Oeste de los EE.UU. 1883
Y allí apareces con Gerónimo, sobre un caballo y luchando por la libertad del pueblo Apache, todo lo dicta tu mente, y dicen que es como si realmente te estuviera pasando.
 -¡Pero eso puede estar muy bien!, con lo que me gusta darle a la imaginación. Viajar a un lugar, un tiempo y una situación deseada, tener encuentros…

Terminamos de cenar, nos acostamos y conmigo el dilema de cuándo haría el viaje.
Siempre suelo dormir lo que se dice  “de un tirón" pero esa noche me desperté varias veces, me costó que llegara el día pero por fin sonó el despertador, me levanto y una vez arreglado bajo a la calle camino del trabajo.
El día fue transcurriendo, y el trabajo también, pero yo seguía pensando en lo mismo, hice preguntas a mis compañeros, algunos habían oído hablar del tema, otros no tenían ni idea, solamente María lo había experimentado.
Me volví a interesar, le hice preguntas, en un principio pensaba que sería como ver una película o algo parecido pero María me fue explicando su experiencia y la conclusión aún me dejó más impaciente.

Me dijo: -Es como cuando sueñas, parece real, pero todavía es muchísimo mejor, la pena es que yo ya hice los tres que por seguridad permiten, ahora espero el día en que se puedan hacer más viajes.

Después de las explicaciones de María lo tuve mucho más claro…

Hablaría con Mª Ángeles, sobre cuándo y en qué momento emprendería el viaje (el lugar, parece mentira, pero hace tiempo, años, que ya lo tenía en la mente).
Después de hablarlo decidimos que lo mejor era dejar pasar la semana, pues era la última del mes, cobraríamos y a la siguiente realizaría el viaje.

En el trabajo, a la pobre María le tocó soportar mis dudas y solicitud de aclaraciones. Me preocupaban los idiomas puesto que no sabía francés y temía no enterarme de nada, María una vez más me sacó de dudas.
-Como es virtual no hace falta idiomas, todo se entiende, todo depende de ti, no tienes que llevar nada ¡todo está en tu imaginación!
A partir de entonces ya no pregunto más, procuro no agobiarme, aprovechar los momentos y como me había aconsejado María pasé por el locutorio y tras dejar paga y señal reservé a las ocho de la tarde del primer martes del mes entrante, puesto que el lunes tenía clase de informática.
El tiempo se hacía interminable, no suelo ser tan impaciente ni con tanta fijación, pero desde aquel día que pasé por el locutorio mi mente rechazaba cualquier pensamiento que no fuera el que anunciaba el aparador.

Pero ¡por fin llegó el día tan esperado!

Cogí la mochila que siempre suelo llevar conmigo y me fui andando de nuevo hacia el barrio de Gracia, era pronto, así que  pasé primero por  la Violeta donde me tomé un café con leche.
Al rato me encaminé hacia la calle Verdi, me paré en la librería, como tenia costumbre, estuve ojeando algunos libros. Me dirigí al apartado de "arte" y busqué “Vincent Van Gogh”, cogí un libro y lo estuve hojeando, después otro, leí aquello que me interesaba, lo cerré y salí de nuevo a la calle.

Al rato me encuentro en la puerta del locutorio, miro hacia dentro y observo que había gente sentada en la puerta de la cabina, entro y me dirijo al mostrador, al momento me atiende una dependienta.
-Hola, buenas tardes ¿que desea?
-Tenía hora a las ocho para la cabina.
- ¿A nombre de quien, por favor?
 -A nombre de Jacob Milla.
-Muy bien en un momento podrá entrar, ¿es la primera vez?
-¡Sí!
–Bien, le explico, ahora le entrego una tarjeta que usted introducirá en la ranura de acceso a la cabina, una vez dentro cierre la puerta y siéntese en el sofá, delante tiene un ordenador que al ponerlo en marcha le irá dando las instrucciones, de todas maneras ahora le hago una pequeña introducción, lo primero y más importante es el reconocimiento de la huella dactilar; mediante el teclado automáticamente es reconocida a continuación introduzca fecha y lugar al que desea viajar, si se equivoca no se preocupe puede rectificar y cuando este seguro entonces dé al "intro", notará que la luz se irá apagando, si quiere puede cerrar los ojos aunque no es necesario. Le aconsejo que antes de dar al "intro" se relaje y piense en el lugar donde quiere ir, no tema nada pues nada puede pasarle. Así de sencillo, si tiene alguna duda, me lo dice ahora, o una vez dentro le da al botón rojo que hay en el teclado y yo se lo explico.
– No, en principio creo que está todo claro.
-Bueno coja la tarjeta y si es tan amable me abona los 40 euros que quedaron pendientes y ya puede esperar en la puerta que en cinco minutos saldrá la persona que se encuentra dentro, deje que salga, entra usted y una vez dentro cierre la puerta. Gracias.

Me siento al lado de la cabina mientras ojeo una revista, pasado unos minutos se abre la puerta. Sale una chica, que por la cara parecía aturdida, como de estar mareada, me da la sensación que va a caerse, entonces hice el ademán de cogerla.
-¿Estás mareada? - Le digo, a la vez que se cerraba la puerta detrás de ella.
-No gracias, uff...uff... ¡qué sensación! Esto es alucinante, es…es… tan real.
-¿Quieres sentarte?
-¡Gracias! Me sentaré un rato hasta que me reponga.

Pasado unos minutos, la chica me dice:
-Gracias, ya me encuentro mejor, si no has entrado nunca es… ¡tan real! Te gustará.
-Eso espero, ¡hasta ahora!...y metiendo la tarjeta se abre de nuevo la puerta, entro en la cabina y cierro, a la vez que abro mi vida a algo nuevo y desconocido.

Vi el sofá, me senté, delante había una mesa, una pantalla y un teclado, a un lado del teclado una plantilla en forma de mano, música relajante, y una voz que (intercalando cada diez segundos) me daba la bienvenida a la vez que las instrucciones.

-Bienvenido al viaje virtual: ponga su mano sobre la silueta en forma de mano situada a la derecha del teclado, en el momento que quede registrada en la pantalla podrá retirarla; valiéndose del teclado ponga ciudad o pueblo y fecha del lugar donde quiere viajar; cuando esté seguro, dé al "intro". Relájese, escuche la música a la vez que se concentra en el destino del viaje; si lo desea puede cerrar los ojos. Buen viaje y hasta la próxima visita. Gracias.

La luz se fue apagando poco a poco a la par que se difuminaban las letras escritas en la pantalla…




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ARLÉS
FRANCIA
LA PROVENZA

17 DE JUNIO DE  1888


Primer día (domingo, 17 de junio de 1888)

Estaba con los ojos cerrados cuando empecé a dejar de sentir de una manera nítida la música clásica que sonaba en el ambiente. Esta se iba mezclando con otra clase de música, ruidos y voces cada vez más perceptibles, voces de personas, rechinar de ruedas metálicas; me pareció oír a alguien gritar.
Abro los ojos y empiezo a ver poco a poco la luz, me incorporo del asiento de madera que forma parte del recinto en el que me encuentro, me acerco a la ventana y la abro, el humo lo invade todo, y es en ese momento cuando con dificultad veo un señor con traje y gorra de visera agitando una bandera... -¡Estación de Arlés! ¡Parada cinco minutos!
Ahora ya sabía que me encontraba en un vagón de tren y en la estación de Arlés, cerré la ventana, cogí la mochila, salí al pasillo, fui caminando hasta la puerta, la abrí y bajé al andén.
A pesar de lo temprano que parecía se presagiaba un buen día. El sol ya había salido y la estación empezaba a estar concurrida. Había personas muy elegantes y otras aunque con ropa modesta se notaba que no eran las de diario. Hoy es domingo.
El jefe de estación toco el silbato y levantó el banderín, dando salida al tren con dirección a Tarascón. A continuación, la maquina contestó con un bocinazo y poniéndose en marcha llenaba de nuevo de humo y ruido la estación.
Una vez se hubo marchado el tren, la estación quedó despejada y un mundo soñado se habría ante mí; habían casas al otro lado de la vía, la mayoría pequeñas, huertos, árboles frutales, a lo lejos campos de trigo, carros y personas trabajando en la campiña. A la izquierda se dibuja la silueta de la torre fortificada de la abadía de Montmajour, a la derecha (al sureste de Arlés) la llanura de la Crau, el Mont de Cordes y detrás las montañas de les Alpilles.

En el lado opuesto detrás de la estación, una explanada donde los carruajes y caballos esperan para ser conducidos hacia la ciudad o bien recorrerán los caminos hasta los pueblos cercanos, aquellos pueblos que la línea férrea y por motivo del trazado siempre quedan abandonados, también a las masías y aldeas de la zona.
Entro en la cantina y me tomo un café con leche, hablo  con el camarero, y... ya cogí la mochila, me la eché a la espalda y los pasos me fueron llevando por un camino entre huertos.  Me voy cruzando con algunas personas hasta llegar al paseo que transcurre paralelo al río, paro y contemplo la amplitud y grandeza del rio Ródano.
Miro a lo lejos la silueta del puente de Trinquetaille, observo durante un rato las barcazas que, transportando material, subian y bajaban por el río; mientras, atracada en el muelle, de otra barcaza unos obreros sucios de hollin descargaban carbón valiendose de una carretilla y pasando por encima de unos tablones. Sigo el camino y enseguida llego a la esplanada de la plaza Lamartine, me fijo en los jardines aunque la mirada iba hacia la "Casa Amarilla", alli la veo.



Me quedo un rato observando. Pasan algunas personas, vi a una que venía de lejos y creí reconocerlo, aunque no llevaba puesto el uniforme me resultaba conocido sobre todo por la gran barba de patriarca que lucía. A medida que se acercaba imaginándomelo con el uniforme se reafirmaba mi intuición...¡era el cartero Roulin! Busqué rápidamente una excusa. Una vez estuvo a mi altura, dirigiéndome a él le hago la siguiente pregunta:
-Perdone, estoy de paso por la zona, he llegado esta mañana en el tren de las siete treinta y he preguntado en la cantina si conocían o sabían el paradero del pintor Vincent Van Gogh, me han dicho que tenía un estudio en la plaza Lamartine, una casa amarilla... ¿sabe usted si es esta la casa?
-¡Si! La casa es ésta, pero vivir no vive aquí todavía, este será el estudio de Vincent, de momento reside en una pensión no muy lejana de aquí, tiene previsto trasladarse a principio de septiembre. Ahora se encuentra por la Camargue, a unos treinta kilómetros de aquí, concretamente en Saintes Maries de la Mer, pero llegará, si no cambia de idea, esta misma tarde.
-¡Gracias! Si no es mucho pedir, ¿me podría decir donde se encuentra la pensión que se aloja Vincent, pues voy a quedarme unos días por aquí y necesito una habitación?
-No es ninguna molestia -me responde Roulin- me coge de camino y le acompaño.
El hotel restaurant Carrel estaba situada en la calle Cavalerie nº30 y en seguida llegamos.

Llegamos a la pensión, entramos y Roulin hizo las presentaciones, les dijo que yo era compañero de Vincent, que había venido para pasar unos días con él y que necesitaba alojamiento, el encargado me ofreció una habitación en la planta alta, cerca de la de Vincent. Fue rápido el acuerdo así que una vez realizados los trámites acompañé a Roulin a la puerta y le hice un último comentario:
-Creo que no me equivoco pensando que conoce y aprecia a Vincent
Roulin me contestó:
- Por supuesto que sí, siendo él persona que recibe bastante correspondencia y debido a mi profesión de cartero, lo veo muchas veces y sobre todo en estos últimos días que ha estado retratando a mi familia.
-Le digo esto porque no sé cómo se tomara Vincent que yo me interese por él y su obra, aunque soy bastante prudente no quisiera molestar, ¿cree usted que podrá recibirme?
-Debo decirle que es un ser un tanto especial, cuando está con nosotros es una persona encantadora pero cuando empieza a pintar se transforma, se abstrae de tal manera, que sólo existe él y su trabajo. Quizás sea la soledad en que vive, el compromiso adquirido con su hermano Theo, la fijación por demostrar que es digno de la ayuda y dinero que su hermano le envía cada mes. Está convencido de que su obra es buena, quiere triunfar, cree en lo que hace pero se atormenta cuando los demás no aprecian aunque sea mínimamente sus estudios; por eso creo yo que tu interés por conocerle y sobre todo interesarte por su obra le hará bien; últimamente lo veo (bajo mi punto de vista) demasiado aturdido, muy obsesionado por su trabajo...  De todas maneras, estoy convencido de que a Vincent  le hará muy feliz poder compartir unos días contigo; si lo deseas, esta tarde podemos ir a recibir la diligencia que llega de la Camargue; una vez llegue, te lo presentaré.
-Eres muy amable, será estupendo, ¡muchas gracias de nuevo!
-No te preocupes, a las cinco menos cuarto me tienes aquí.
-¡De acuerdo, de acuerdo!
Entré de nuevo en el hotel y el encargado me dio la llave a la vez que me decía:
-Es la nº6, de la última planta, ¿quiere que le acompañe?
-¡No!, no hace falta - le dije.
Cogí la mochila, subía por la escalera y pasando la primera planta me llevé otra sorpresa, encontré el rellano y la escalera llena de lienzos... una verdadera labor. Quedé maravillado: había muchos estudios, vi un cielo cargado de nubes, una tormenta, un puente de madera, lavanderas en la orilla del canal y una ciudad al fondo, bodegones y muchos cuadros amontonados que posiblemente ya estarían secos antes de marchar a la Camargue. Había otro campo de trigo color oro, amarillo tostado y unos campesinos segando, arriba un sol implacable y un cielo también amarillo, al fondo una franja roja y verde  (la ciudad de Arlés). Cruzando la franja la silueta oscura de un tren (quizás el mismo que me había traído esta mañana) dejando tras de sí una blanca y pesada estela de humo. Toda una maravilla. No sabría decir si me gustaba más el colorido, el estilo, la pincelada  rápida, la composición o la sencillez del motivo.
Abrí la puerta de la habitación y una vez dentro dejé la mochila en una silla, había una cama, un pequeño armario, un lavabo con un espejo y una palangana, también un jarro de agua; me acerqué a la ventana y apartando los visillos contemplé los tejados de Arlés. Ordené y coloqué en el armario lo poco que había traído; pensé en salir, dar un paseo por la ciudad y más tarde buscar un restaurante donde poder comer, así que cogí de nuevo la mochila y ya me marché a la calle.
Me intereso por la historia de la ciudad y me informan que antiguamente el mar llegaba a las puertas de lo que hoy es la ciudad, el Ródano formaba ciénagas punteadas de  islitas rocosas donde los pueblos primitivos de los Lígures tenían su morada, pasaron los Celtas y fue frecuentada por los Fenicios pero fueron los Griegos los que establecieron sus colonias fundando la ciudad de Arlés. Más tarde en el año 49 antes de J.C. comenzó el Imperio Romano y fue en esta época cuando fue desarrollando con obras públicas dignas de competir con las más importantes metrópolis del mundo Romano: el teatro, el anfiteatro, la necrópolis del Alyscamps, el acueducto, establecimientos termales, almacenes, calles, plazas, fuentes, etc. Arlés guarda aún vivo en sus antiguas piedras el encanto y recuerdo de un noble pasado.

Serian las tres cuando decidí regresar al hotel, estaba algo cansado después de haber recorrido parte de la ciudad y el parque público, comprobando de paso  la fama y belleza de las Arlesianas.

Una vez en la habitación descanso un rato; más tarde me incorporo, hace calor y echando un poco de agua en la palangana me refresco, salgo a la escalera, otra vez me entretengo mirando los cuadros... hasta que de un sitio cercano, un reloj tocó tres cuartos. Bajaba las escaleras cuando oí a Roulin conversar con el conserje:
-Hola buenas tardes, le dije, ¿hace mucho que espera?
-¡No!, acabo de llegar, ¡cuando quieras marchamos!
-Muy bien, ¡marchemos!
Caminamos y enseguida llegamos a la parada. Pasaban ya las cinco cuando apareció la diligencia. Yo a pesar de ser tranquilo, estaba algo nervioso… me preocupaba la reacción que pudiera tener Vincent… ¿cómo se lo tomaría?.



-Ya lo veo  -dijo Roulin - ¡ahí está Vincent!
Paró la diligencia, ataron los caballos, aseguraron los frenos y ya se abrieron las puertas. Bajaron varias personas y una de ellas… no había confusión. Vestido como un obrero, pantalón y blusa ancha, manchado por mil colores, sombrero de paja de pastor de la Camargue, el pelo rojo, corto y de punta, espalda un tanto encorvada, muy moreno. La cara un tanto vulgar y llena de pecas.
Nos acercamos y esbozó una sonrisa…
-Roulin ¡qué alegría verlo aquí! – dijo Vincent.
-Hemos venido a esperarle y ayudarle con el equipaje, le presento a Jacob, está de paso y ha comentado que deseaba conocerte.
-Bueno, eso está bien.
-He visto las pinturas que tienes en el hotel y son muy buenas –le dije a la vez que nos estrechábamos la mano.
-De momento son simples estudios, espero hacer algo mejor, de todas maneras, antes me sentía menos pintor, la pintura se me vuelve ahora una distracción, como la caza de conejos para los aburridos, que lo hacen para distraerse. Entonces es por esto que me atrevo a asegurarte que mi pintura será cada vez mejor. Porque no tengo más que esto... la atención se vuelve más intensa, por la mano más segura.
- ¿Cómo te ha ido por la Camargue?, le dije.
-Ahora te explico, deja que coja primero el equipaje.
Fue sacando el caballete, un macuto grande con pertenencias, tres cuadros y una carpeta, nos repartimos el peso y marchamos hacia la pensión.
-Esta mañana temprano - prosiguió - he hecho el dibujo de unas barcas en una hora. Era antes que las barcas zarparan, yo lo había observado anteriormente, pero como parten muy temprano no había tenido tiempo de hacerlo. En total llevo hecho tres estudios y más o menos once dibujos.
-Mañana, si te parece, porque hoy estamos todos cansados, mañana si quieres, me gustaría que me enseñaras tus trabajos, –le dije-.
-¡Cuando quieras! Siempre estoy dispuesto a hablar de pintura, ¿cuánto tiempo vas a estar por Arlés?
-Tengo previsto una semana, -le respondí- quisiera conocer esta parte del "Mediodía" y si no te importa me gustaría compartir estos días contigo; antes de nada te pido que si piensas o crees que puedo ser un estorbo me lo digas, de todas maneras podrás comprobar que soy persona respetuosa; si en algún momento te sientes molesto, te pido por favor que me lo digas.
-Posiblemente en este momento sea algo beneficioso para mí, pues me tomo el trabajo de manera desenfrenada, quizás si estoy acompañado sentiré menos la necesidad, o más bien trabajare en cosas más complicadas. Todos los días sucede lo mismo; al pasar encuentro cosas tan bellas que… en fin a pesar de todo hay que tratar de hacerlas.
-Pero eso está muy bien, tú ves sencillez y belleza donde la mayoría no ve nada. Creo sinceramente que tu trabajo es valioso, si en algo puedo ayudarte estos días me gustaría que contaras conmigo. He visto uno de tus cuadros, simplemente un tronco de un tejo viejo y al fondo un campo labrado. ¡Eso es maravilloso!, ¿para qué, las cosas complicadas...?

Llegamos a la pensión y Roulin se despidió, Vincent y yo seguimos hablando:
-¡Me parece un buen hombre, Roulin!
-¡Sí que lo es! Se considera un buen republicano, pero se siente desencantado con la República de la que gozamos.
-Bueno, eso nos pasa a muchos, uno se hace la idea y luego los políticos van por otro camino, se alejan del ciudadano o por lo menos de algunos ciudadanos.
-Le hice un retrato vestido de cartero, con uniforme azul engalanado de oro, gran barbudo, un hombre más interesante que muchas personas.
- ¿Se prestó a que le hicieras el retrato? ¿Tuviste que pagarle algo a cambio? No es que me importe mucho, es simple curiosidad.
-El buen hombre no aceptó dinero, pero ¡era más caro comiendo!

Los dos nos reímos y… como todas las personas cuando ríen, les cambia el semblante… y ahora Vincent estaba sonriendo.
Como yo digo, la sonrisa siempre es algo positivo. Creo que el hecho de sonreír le cogió de sorpresa, era algo a lo que no estaba acostumbrado.

-No solamente mis cuadros, si no yo mismo sobre todo en estos últimos tiempos, me he vuelto huraño; solo que, habiéndome hecho afeitar cuidadosamente toda la barba, creo que tengo tanto de abad sereno como de pintor loco.
-Te parece que nos veamos más tarde, ¿quizás podamos cenar algo?
-Ahora me encuentro en un mal momento, mi dinero se terminó pronto, estoy con 23 cafés y pan que dejé a deber durante 4 días, estuve desesperado por ver mis cuadros enmarcados, también hoy volveré a arruinarme, porque debo comprar tela y prepararla yo mismo.
-Por eso no te preocupes, hoy te invito yo, mañana será otro día; ahora si quieres te acompaño a comprar la tela y te ayudo a enmarcarlos, pues es algo que como trabajador se me da bastante bien.
Vincent estaba experimentando algo que era de su agrado, un desconocido le brindaba ayuda y compañía. De nuevo, le cambió el semblante.
Acordamos dejar todas las pertenencias en la habitación de Vincent, habitación que como imaginaba estaba llena de cuadros, dibujos y tubos de colores. No quise entretenerme, era tarde y teníamos que ir a comprar.
Cerramos la puerta cuando, en ese momento, los dos nos dimos cuenta que era domingo y la mayoría de tiendas estarían cerradas.
El despiste lo achaqué a los acontecimientos del día,  pero estaba justificado: fueron muchas emociones… la estación, el tren, la gente, las casitas, los huertos, la campiña, les Alpilles, la diligencia, los carros, Arlés, el Ródano, la Casa Amarilla, Roulin, Vincent, los cuadros, los dibujos y sobre todo la propuesta para el próximo día. Por la mañana haríamos una salida por la llanura de la Crau y a última hora del día y una vez en la ciudad iríamos a comprar la tela para, seguidamente, preparar algunos lienzos. 



Salimos a cenar y Vincent me llevó a la Place du Forum, según él, el lugar más animado de las noches de Arlés.

Segundo día (lunes)

Llegó la mañana y con ella el nuevo día, la luz se filtraba débilmente por entre los visillos de la ventana. Estaba ya despierto cuando llamaron a la puerta. Era el conserje que nos avisaba de la hora.
-¡Bon jour!
-¡Bon jour! ¡gracias!

Me levanto, me lavo la cara, me visto y voy preparando la mochila.
Al rato oí la puerta de la habitación contigua, abrí la mía y allí estaba Vincent preparado para salir al trabajo.
-¡Buenos días! ¡Bon jour!
-¡Bon jour! – me contestó Vincent -. Hoy tendremos un sol magnífico e intenso y no corre nada de viento. Si estás preparado, cuando quieras podemos partir.
Vincent iba cargado y vestido como un obrero, pantalón azul oscuro y blusa ancha, sombrero de paja, caja con pinceles pintura y paleta, un lienzo un caballete y una mochila a la espalda. Yo voy con ropa cómoda, un sombrero negro y mi mochila.

- ¿Quieres que te ayude en algo? – le dije
-No gracias, ya estoy acostumbrado, siempre voy de esta manera...

Salimos de la pensión dirección a la plaza Lamartine, al pasar por la Casa Amarilla me estuvo explicando la idea de fundar una asociación de pintores, con el fin de vivir de la pintura y compartir gastos.



Seguimos hablando mientras pasábamos por debajo del puente del tren, llegamos a la carretera de Tarascón, grandes plátanos al lado del camino, continuamos entre huertos y canales, entrando a continuación en la campiña…

El sol se encuentra alto, igual que el canto de las cigarras (me gusta su canto), algo que el día anterior, debido quizás a tantas emociones, apenas había percibido.
Vincent comentó que la semana entrante le esperaba un trabajo recargado y duro en los trigales, a pleno sol. Una vez en la campiña, Vincent la recorre con la pipa entre los dientes, su cuerpo un poco arqueado y una mirada extraña... tiene aspecto de huir, huir sin osar mirar a nadie.

Sobre un campo labrado, montones de tierra violeta, una bandada de cuervos toma el vuelo hacia un sol amarillo. Vincent plantó el caballete y puso el lienzo. Yo me mantenía en una distancia prudencial y observé como de una manera rápida luchando con los pinceles daba los primeros trazos.

Caminando y observando a los campesinos, vi pasar a uno de ellos y tres niños montados en un mulo, otro les seguía a corta distancia. En otro lugar cercano, un hombre subido a un carro y valiéndose de una pala descargaba estiércol en el campo, mientras los bueyes pastaban a su lado. Hablé con uno de ellos, del trabajo, del tiempo, cosas cotidianas, también me interesé por las cigarras y supe que cada año emergen del suelo y los machos entonan su canto estridente, sinfonía amplificada, chirrido para atraer a las hembras. A mí es algo que me gusta, siento la misma satisfacción que cuando el aire se llena de azahar, como el sonido del agua en la fuente, la lluvia, el viento o el chisporrotear y movimiento del fuego en el hogar.

Fui hacia las cañas junto al canal y allí me saqué el sombrero, lo metí en el agua que corría fresca y cristalina y como había hecho otras veces, mojado, me lo coloqué de nuevo en la cabeza.

Veía a Vincent a pleno sol gesticular, acercarse y retirarse del cuadro. Al rato Vincent dejó los pinceles y mirando hacia donde yo estaba  levantó la mano y me hizo saber que ya había terminado.
El cuadro era un trigal amarillo con las colinas de las Alpilles al fondo, un cielo verde y un primer plano verde y tostado: una maravilla. Caminamos de vuelta hacia Arlés y le sugerí que teníamos que comer algo.
En este momento, Vincent me dice:
-Felizmente, mi estómago se ha restablecido a tal punto que he vivido tres semanas del mes pasado con galleta marinera, leche y huevos.
Yo no estaba de acuerdo, pero no quise contradecir, pensaba que eso no era comida, que tenía muy descuidada la alimentación y que había que darle más importancia.
-Si uno está bien de salud, es preciso poder vivir de un trozo de pan, trabajando toda una jornada, teniendo la fuerza de fumar y beberse un vaso...
Yo seguía pensando ¡qué sí! que el pan está muy bien, pero ¡qué no!, ¡que no sólo de pan vive el hombre!
Llegamos al hotel cuando el conserje lo llamó:
-¿Tiene una carta de su hermano!
Antes que siguiera hablando ya había abierto la carta, la leyó mientras guardaba el billete de 50 francos que venía entre las hojas.
Por la tarde fuimos a comprar lienzo y los bastidores de madera. Después quedamos para el día siguiente… nos esperaba un recorrido por el Ródano y sus canales.

tercer dia (martes)

Amaneció otro nuevo día. Vincent me dice que había pintado una vista del Ródano: el puente de hierro de Trinquetaille, el cielo y el río de color ajenjo, los andenes de un tono lila, las personas acodadas en el parapeto, negruzcas, el puente de hierro de un azul intenso, con una nota anaranjada viva y otra verde veronés intenso en el fondo azul.

Salimos de la ciudad, fuimos junto las acequias que forman un sistema de canalizaciones, cuyas aguas recorren los campos. Observé que siempre hay mujeres lavando en la orilla y tendiendo la ropa.

Alrededor de los canales abundan las cañas, cañas que Vincent utilizaba para sus apuntes. Según me comentaba, las cañas de Arlés son más buenas que las de Holanda. La caña permite facilidad y rapidez en el dibujo.
Yo elegí y cogí una de ellas, la fui cortando por los nudos y me hice unas cuantas plumas.



Llegamos al puente de “Langlois”, un puente elevado de madera.
Dibujábamos, yendo de un sitio a otro. Vincent me comentó que algunos le reprochan que trabaja muy rápido, a lo que él mismo respondía:
- Quizás sean ellos los que lo vean demasiado rápido.  ¿No es la emoción, la sinceridad del sentimiento de la naturaleza, lo que nos lleva?...y aunque esas emociones sean tan fuertes que se trabaja sin sentir, cuando a veces los toques vienen uno detrás de otro como las palabras de un discurso o de una carta, es preciso recordar entonces que esto no ha sido siempre así y que en el porvenir habrá también días pesados sin inspiración. Así pues, hay que batir el hierro mientras esté caliente y poner de lado las barras forjadas. Trabajar ligero no es trabajar menos seriamente, esto depende del aplomo que se tiene y de la experiencia, la atención se vuelve más intensa, la mano más segura, entonces es por esto que me atrevo a asegurar que mi pintura será cada vez mejor. Porque no tengo más que esto…
-Estoy de acuerdo, muchas veces los mejores cuadros son aquellos que se han hecho de una manera más rápida, sin entretenerse en los detalles, pintando con una visión global de la composición, poniendo la luz allí donde la necesita, captando, como los impresionistas, el momento, sin dejar tiempo para que se desplacen las luces y las sombras.

Cuarto y quinto día (miércoles y jueves)

El día anterior ya habíamos hecho los preparativos para una salida de dos días.
Algo más temprano de lo habitual, salimos de la pensión camino de la Abadía de Montmajour. Ya estábamos cerca cuando nos detuvimos a contemplar la torre fortificada, la silueta de la iglesia en ruinas y el palacio del siglo XVIII.
En esta ocasión nos acompañaba un muchacho de 25 años, el subteniente Zuavo Milliet, un aficionado a la pintura; por estas fechas Vincent le estaba dando clases de dibujo. Fue entonces cuando Milliet me hizo el siguiente comentario:
-Vincent es encantador cuando está de buenas, aunque demasiado variable, muy nervioso y furioso cuando yo emito una crítica sobre su pintura. Tiene fe en su talento, es orgulloso, tiene mala salud, se queja del estómago, pero es un buen camarada y aunque nos enfademos, siempre acabamos haciendo las paces.
Llegamos a Montmajour, al viejo  jardín desde donde contemplamos grandes cañas, viñas, hiedra, higueras, olivos, granados de gruesas flores del más vivo anaranjado, cipreses centenarios, fresnos y sauces, encinas de las rocas, escaleras derribadas a medias, bloques de peñascos blancos cubiertos de liquen y trozos de muro desplomado esparcido de trecho en trecho por el suelo...
Subimos a unas piedras desde donde se divisaba la llanura de la Crau y allí estuvimos un rato dibujando. A media tarde Milliet nos dejó pues tenía que estar por la noche en Arlés así que le acompañé hasta la carretera.
Vincent siguió hablando, esta vez hablaba de su soledad y del trabajo:
-Creo que el calor me hace bien, a pesar de los mosquitos y de las moscas. Cuando vuelvo de una sesión como ésta, te aseguro que tengo el cerebro tan fatigado que si ese trabajo se renovara seguido, me volvería absolutamente un abstraído e incapaz de una porción de cosas ordinarias; en este momento, la perspectiva de estar solo no me es desagradable. Trabajo hasta tener que pensar en mil cosas a la vez en solo media hora; después, lo único que me alivia y distrae es aturdirme bebiendo una copa o fumando mucho.
-Pienso en este excelente pintor Monticelli, de quien se dice que fue tan bebedor y tan loco. Me agradaría mucho ver qué hace un bebedor delante de una tela o sobre las tablas.
Y Vincent seguía diciendo:
-Lejos de quejarme, es justamente entonces que con la vida artística, aún cuando no sea ni mucho la verdadera, me siento tan feliz como lo podría ser con el ideal de la vida verdadera; hasta ahora la soledad no me ha molestado mucho.

Yo no sabía que contestar, no estaba de acuerdo con la idea misma de la bebida y el tabaco, pero quién soy yo para dar consejos; cada uno, es dueño de sí mismo. Y el había elegido la vida artística… y ahora, en este momento, según había comprobado, Vincent era feliz.

Seguimos con los apuntes, no teníamos prisa, hoy estaba previsto dormir al raso y así al día siguiente nos acercaríamos a Fontvieille donde continuaríamos explorando el entorno.

Mientras llegaba la oscuridad las cigarras se fueron callando y así dejar el canto para el día siguiente.

Nos sentamos en unas rocas y Vincent encendió la última pipa del día. Nos quedamos un buen rato sin hablar, disfrutando del momento... el cielo se fue llenando de estrellas.

Había gavillas de paja, las juntamos y allí decidimos pasar la noche.

Al día siguiente el aletear de una bandada de pájaros hizo que nos despertáramos.
Nos levantamos, fuimos a una  acequia cercana y allí nos lavamos la cara. Después marchamos andando por el camino hacia Fontvieille.
Pasamos cerca del Mont de Cordes (pequeña montaña, recortada y chata, erosionada por el viento). El sol arrojaba rayos amarillos sobre los matorrales y el terreno; según Vincent, una verdadera lluvia de oro.

Recorrimos algunos campos hasta las primeras casas de Fontvieille. En los márgenes del camino crecían los lirios, vegetación verde, flores azules y blancas.
Llegamos a unas viñas, al fondo se divisa el molino de Daudet*.
Vincent se queda en las viñas mientras yo me adentro en el bosquecillo detrás del molino.
Vi las cigarras posadas en los troncos de los pinos, mientras su canto se multiplicaba por todos los rincones. Vi senderos y también canales donde el agua corría con prisa, con deseos de llegar, como intuyendo que alguien la estuviera esperando. En lo más espeso del bosque grandes rocas blancas y azul claro, vi desde el suelo la hiedra trepando por los pinos buscando la luz que se filtraba por las alturas.
Dando un rodeo regresé al molino, allí seguía Vincent pintando, me acerque y sin entender muy bien, me hizo el siguiente comentario:
-No encuentro aquí la alegría Meridional de la que tanto habla Daudet, al contrario, una gracia insípida, una negligencia sórdida; pero esto no impide que el país sea bello.




*(cartas desde mi molino, es una colección de relatos escritos por Alphonse Daudet y publicados en diferentes diarios franceses entre 1866 y 1874)
Era por la tarde y empezábamos a estar cansados así que decidimos ir a la estación de postas y coger la diligencia hacia Arlés. El camino de más de media hora acabó de agotarnos, así que llegando al hotel me fui directo a la cama.

Sexto día (viernes)

Como cada mañana, Vincent salía cargado con todos los bártulos de pintar. Fuimos por las calles de Arlés dirección a les Alyscamps, la necrópolis romana. Una vez llegamos y siguiendo el curso del canal, nos adentrarnos en la campiña.

Más tarde sin apenas descanso fuimos buscando los motivos para satisfacer nuestro afán creador...
Vincent plantó el caballete, el tiempo estaba cambiando y el viento hacía temblar la tela; con la ayuda de una piedra clavó unas estacas y con cuerdas aseguró el caballete.
Me decía:
-La emoción es tan fuerte que se trabaja sin notar que se está trabajando.

Empezó a pintar a la vez que decía:
-Qué pronto acabaría el cuadro si este maldito viento se calmara, y es por esto que los estudios pintados no están más terminados que los dibujos; la tela siempre tiembla. Para dibujar, esto no me molesta.

Yo desistí y me puse a resguardo, de momento no hacía mucho viento pero era molesto.

Llegó el mediodía y ya había terminado el cuadro, recogimos y nos adentramos en la ciudad, no sabría decir donde había más pintura: en el cuadro o en la ropa de Vincent.

Nos dirigimos al hotel, pues habíamos decidido dedicar la tarde a montar los bastidores.



De regreso… le pregunto por la Casa Amarilla:
- ¿Cómo es que teniéndola no estás viviendo en ella?
-Lo primero es mi trabajo, necesito más dinero para arreglarla y comprar un mínimo de muebles. Yo no tengo más que la elección entre ser un buen o un mal pintor. He decidido lo primero. Yo siento, hasta el extremo de quedar moralmente aplastado y físicamente aniquilado, la necesidad de producir: precisamente porque en resumen, no tengo otro medio de llegar a compensar mis gastos. Y no puedo hacer nada ante el hecho de que mis cuadros no se vendan.

Yo pensaba que su hermano hacía mucho enviando 150 francos cada mes, una cantidad que creía sobrepasaba la media de cualquier trabajador. El alquiler de la Casa Amarilla ascendía a 15 francos mensuales, el hotel Carrel (lugar que vivía desde primero de mayo) le salía por 5 francos diarios, ahorrándose este dinero podía haber comprado muebles para la casa y vivir en ella. Todo es cuestión de organizarse. Uno puede escoger la libertad de ser exigente con uno mismo pero no pedir más sacrificios a los demás… como creo hacía con su hermano Theo. Por otro lado creo que le retenía el hecho de vivir solo, le atormentaba. Vincent le decía a Theo:
-Te aseguro que si tú me envías por casualidad alguna vez un poco más de dinero, esto haría bien a los cuadros, pero no a mí. Pero querido hermano, mi deuda es tan grande, que cuando haya pagado, cosa que pienso llegar a hacer, el mal de producir cuadros me habrá robado la vida y me parecerá no haberla vivido. Llegará un día, sin embargo, en que se verá que esto vale más que el precio que nos cuesta el color y mi vida, en verdad muy pobre. En cuanto a nosotros, debemos tratar de no estar enfermos, porque si lo estuviéramos, nos quedaríamos más aislados que el pobre conserje, por ejemplo, que acaba de morir; esta gente tiene quien lo rodee y ve el ir y venir de la casa y vive en la necedad. Aunque nosotros estamos solos con nuestro pensamiento y a veces desearíamos ser tontos.

Yo no estoy de acuerdo con estas palabras, según mi idea nadie por muy genio que sea puede despreciar a otra persona y colocarle la etiqueta de "necio" “tonto, ignorante” por el hecho de ser un pobre conserje. Ser pobre no implica ser ignorante, igual que ser artista o rico, para mí, por lo menos, no es signo de sabiduría.
Llegamos al hotel y recordé que mañana sábado debía dejar la habitación y marcharme de nuevo a Barcelona así que le propuse que dedicáramos la tarde a montar los bastidores. Hablamos de la semana entrante y Vincent me comentó que le esperaba una semana muy dura en los trigales.

El mistral (o maestral), también conocido con el nombre de cierzo en Aragón es un viento del noroeste (a veces del norte, que sopla de las costas del Mediterráneo hacia el mar, se trata de un viento frío, seco y violento, que alcanza corrientemente los 100 km/h y llega a pasar de los 200 km/h. Puede ser su causa el enfriamiento nocturno del suelo en las regiones costeras, pero cuando sopla muy fuerte se debe a un alza de la presión atmosférica en el noroeste europeo: el aire polar fluye así hacia las bajas presiones del Mediterráneo al encontrar los obstáculos opuestos por el relieve y las brechas de los Pirineos, el Macizo Francés y los Alpes.

Séptimo y último día (sábado)

El viento seguía soplando así que decidimos salir y realizar algunos dibujos.

Vincent hoy estaba desanimado, posiblemente por las noticias de su hermano, pues no conseguía vender ninguno de sus cuadros.
Entonces me dijo:
-Ahora me encuentro decididamente mejor de salud, pero la esperanza y el deseo de triunfar está quebrantado, trabajo por necesidad, por no sufrir tanto moralmente, para distraerme. Aun habiendo hecho una cincuentena de dibujos o estudios me parece no haber hecho nada.
Le pregunté por su pasado religioso, le hice algún comentario sobre la iglesia, sobre su padre Theodorus Van Gogh (pastor Calvinista, de talante autoritario).
Y me contestó:

-Si de algo me arrepiento amargamente es de haberme dejado seducir durante algún tiempo por abstracciones místicas y teológicas, que me ha valido encerrarme exageradamente en mí mismo. Poco a poco he ido saliéndome de este encierro, el mundo parece ahora más alegre, cuando por la mañana, al despertar, ya no nos sentimos solos... es más alegre que los libros piadosos y las paredes de iglesias encaladas... podría prescindir de Dios, pero no de pintar…


Miguel Hernández Gilabert

En ese instante me vino a la memoria el pastor de cabras y poeta que en un momento de su joven vida se dejo seducir por la mística religiosa, hasta que descubrió, como dice Vincent… ¡la vida verdadera!.

Sirvan estas letras como modesto homenaje a uno de los poetas más comprometido con los humildes, con los más explotados de la sociedad.

Asesinado muy joven, por la misma ideología que después de 80 años sigue en el mal gobierno. Fue abandonado en las cárceles franquistas, llegando al extremo de contraer bronquitis, tifus, y degenerando en una tuberculosis hasta su muerte… a la temprana edad de 31 años. Algún cantante lo reivindica como poeta… pero obvia al revolucionario.

Sonreídme

Vengo muy satisfecho de librarme de la serpiente de las múltiples cúpulas,
la serpiente escamada de casullas y cálices:
su cola puso acíbar en mi boca, sus anillos verdugos
reprimieron y malaventuraron la nudosa sangre de mi corazón.
Vengo muy dolorido de aquel infierno de incensarios locos, de aquella boba gloria: sonreídme
Sonreídme, que voy a donde estáis vosotros los de siempre,
Los que cubrís de espigas y racimos la boca del que nos escupe,
los que conmigo en surcos, andamios, fraguas, hornos,
os arrancáis la corona del sudor a diario.
Me libré de los templos: sonreídme, donde me consumía con tristeza de lámpara
encerrado en el poco aire de los sagrarios.
Salté al monte de donde procedo,
a las viñas donde halla tanta hermana mi sangre,
a vuestra compañía de relativo barro.
Agrupo mi hambre, mis penas y estas cicatrices
que llevo de tratar piedras y hachas
a vuestras hambres, vuestras penas y vuestra herrada carne,
porque para calmar nuestra desesperación de toros castigados
habremos de agruparnos oceánicamente.
Nubes tempestuosas de herramientas
para un cielo de manos vengativas nos es preciso.
Ya relampaguean
las hachas y las hoces con su metal crispado,
ya truenan los martillos y los mazos
sobre los pensamientos de los que nos han hecho
burros de carga y bueyes de labor.
Salta el capitalista de su cochino lujo,
huyen los arzobispos de sus mitras obscenas,
los notarios y los registradores de la propiedad
caen aplastados bajo furiosos protocolos,
los curas se deciden a ser hombres
y abierta ya la jaula donde actúa de león
queda el oro en la más espantosa miseria.

En vuestros puños quiero ver rayos contrayéndose
quiero ver la cólera tirándoos de las cejas,
la cólera me nubla todas las cosas dentro del corazón
sintiendo el martillazo del hambre en el ombligo,
viendo a mi hermana helarse mientras lava la ropa,
viendo a mi madre siempre en ayuno forzoso,
viéndonos en este estado capaz de impacientar
a los mismos corderos que jamás se impacientan.
Habrá que ver la tierra estercolada
con las injustas sangres,
habrá que ver la media vuelta fiera de la hoz ajustándose a las nucas,
habrá que verlo todo notablemente impasible,
habrá que hacerlo todo sufriendo un poco menos de lo que ahora sufrimos bajo el hambre,
que nos hace alargar las inocentes manos animales
hacia el robo y el crimen salvadores.



El Mistral seguía su curso… las hojas de papel se llenaban de apuntes rápidos que más adelante en otra ocasión se convertirían en otros estudios.
Era mediodía cuando recordé que tenía que marchar hacia el hotel-restaurante, pues habíamos organizado una despedida con varios amigos, entre ellos Roulin, Milliet, Vincent y yo.
Fue un momento muy agradable, hubo risas, se habló de todo… ¡incluso de pintura!... de la ciudad de Arlés, de las arlesianas, del sol y del Mistral.



Llegaba la noche y con ella las despedidas, hicimos un último brindis, como era mi costumbre deseé ¡salud y felicidad! para todos, hubo abrazos y apretadas de manos. Antes de retirarme a mi habitación me acerqué a Vincent y le deseé mucha suerte. Hasta ahora no me había dado cuenta de su edad (treinta y cinco años), la misma que tiene mi hijo en este momento. Le dije que había pasado una semana inolvidable y que seguramente volvería en el futuro:
-Y si ya no te encuentras por aquí, yo seguiría recorriendo estos caminos, estas rocas y estos campos, oiría el canto de las cigarras, pasearía por los canales, cogería y cortaría cañas para tener plumas y sentado en estos bancos de piedra, me acordaría de estos días que hemos pasado... y si todo cambia, ¡que cambiará!, siempre estarán tus cuadros, quedarán estas composiciones que solo tú sabes hacer. ¡Gracias por la obra que estás realizando!
Vincent me agradeció el tiempo compartido, también que le ayudara a montar los bastidores, pues una vez amaine el viento, tendría unos días frenéticos en los trigales, estaba muy animado; también por la perspectiva de arreglar la Casa Amarilla y fundar el taller del Midi, una especie de cooperativa con otros pintores, una asociación de artistas, que darían sus cuadros a la asociación y repartirían el precio de venta, de esta manera la asociación garantizaría la posibilidad de existencia y de trabajo de sus miembros. Fue entonces cuando nos dimos un abrazo, estuvimos un rato sin decir palabra…



Seguidamente me retiré a la habitación. Ya era de noche y una vez en la cama apagué la vela que colocada en un candelabro prendía encima de la mesita, cerré los ojos y poco a poco fui entrando en el lugar donde habitan los sueños.
Una música, un reclamo, cada vez más perceptible, más claro; abrí los ojos, noté que ahora estaba sentado,  iba recuperando la luz, vi la pantalla, después el teclado; ahora una voz muy suave me empezaba a dar instrucciones.



BIENVENIDO A LA REALIDAD

BARCELONA
1 DE ABRIL DE 2008


- Quédese sentado unos minutos y mire la pantalla de situación, está viendo la calle Verdi del barrio de Gracia, relájese, en breve se abrirá la puerta a la par que la luz del recinto. Llegado el momento salga sin prisa y cierre la puerta.
Cualquier duda apriete el botón rojo. Deseamos haya sido de su agrado y le esperamos para el próximo viaje virtual. ¡muchas gracias!

La música siguió sonando hasta que se abrió la luz y la puerta del recinto. Salí y me quedé sentado en un sofá, realmente aturdido, una vez recuperado salí del local y me fui camino de casa.
Llego al barrio, la puerta de entrada, subo la escalera y la puerta de casa, me abre Mª Ángeles y me pregunta:
-¿Qué tal fue?  
Le explico la maravilla del viaje virtual, sobrepasaba la idea inicial, valía la pena vivirlo. Pero después de todas las explicaciones le digo:
-Por mucho que me guste y admire los cuadros de Vincent Van Gogh pienso que soy un afortunado por tener la vida que tengo, como él decía, la verdadera:  tú y los hijos, nuestra mejor "obra".
Agradezco el esfuerzo y sacrificio de Vincent, el legado que nos deja, pero sinceramente con la semana frenética y llena de satisfacciones que he pasado en Arlés... ya tengo suficiente…

Dos semanas después del viaje.


Durante aquellos días, entre otras cosas, pensé en los próximos viajes virtuales. Era algo que no me fue difícil decidir, pues estaba en mi mente desde hacía tiempo.

El segundo sería en Barcelona y en 1975.
 ¿La falta de medios? ¡el no saber más! Una conversación pendiente de toda una vida con una persona querida, mi padre, el trabajo, las dificultades, el tiempo… el tiempo que pasa y pasa y cuando reaccionas ya es tarde. Después de diez años de atormentada enfermedad hasta quedar postrado en una lejana residencia, solo y reducido al máximo deterioro que puede llegar una persona…

El tercero tenía previsto viajar a Figols en 1932.
Vivir la revolución, participar junto con los mineros en unos hechos ocurridos por primera vez en la península; en un pequeño pueblo Catalán, durante una semana se proclamó y se vivió el Comunismo Libertario (reprimido por el Gobierno de la 2ª República, que como mucho estaba dispuesto a reformar y modernizar las estructuras del Estado… nunca la Revolución Social).


Habían pasado dos semanas, cogí mi mochila, saqué mi cuaderno, lo abrí y… ¿cuál fue mi sorpresa?

... Apuntes, dibujos, de una época soñada.